lunes, 7 de diciembre de 2009

(“DISABUSING THE DEFINITION OF DOMESTIC ABUSE”)

"Cómo mujeres y hombres incurren en violencia familiar, y el rol del actual Estado Feminista"
(“How women batter men and the role of the Feminist State”)

por LINDA KELLY, Académica de Leyes, U.de INDIANA, U. de VIRGINIA
Publicado en Law Review, 2003, Florida State University (traducción provisoria)

(I) INTRODUCCIÓN

Abuso doméstico. El término inmediatamente nos evoca imágenes conocidas y ampliamente difundidas, como los asesinatos y posteriores juicios de O.J.Simpson, éxitos musicales como “Más allá del muro” de Tracy Chapmann, o films como “Durmiendo con el enemigo”, de Julia Roberts y “La cama caliente” , de Farrah Fawcett (1,2,3). Todos, en realidad, podemos en la actualidad relatar alguna historia de violencia doméstica, haya sido ésta conocida por la prensa, o por vecinos, familiares, etc.. Después de un largo ocultar la violencia doméstica detrás de los muros de los dormitorios, todos sabemos ahora de su existencia y prevalencia (4)...
....O no...?
O mejor dicho, ¿lo sabemos todo?

Las imágenes que asociamos comúnmente con violencia doméstica, describen siempre al hombre como agresor y a la mujer como víctima. Y a pesar de toda la importancia de un reconocimiento y posterior erradicación de los reales casos de abusos masculinos sobre mujeres, subsiste otra realidad silenciosa pero potente: las mujeres pueden ser abusadoras (5). Los hombres pueden ser víctimas.
Por largos años, muchas investigaciones sociológicas imparciales han mostrado que hombres y mujeres incurren en conductas violentas, en el seno familiar, a tasas similares. Una conclusión de esos estudios, emitida en 1977 (6) (“el fenómeno del esposo abusado es tan frecuente como el de la esposa abusada”) fue confirmada posteriormente por estudios representativos de todo Estados Unidos, como el “Family Violence Survey” y numerosas otras fuentes. (continúa en pag. II)
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(1).Tracy Chapman, Detrás de la muralla (1983). (2).Durmiendo con el enemigo (1991). (3). La Cama Quemante (1984).
(4) sobre el carácter históricamente privado de la violencia doméstica y los exitosos esfuerzos para volverla pública, ver nota 163.
(5) los términos violencia “doméstica”, “íntima” y “marital “, son usados para referirnos a hombres y mujeres que han experimentado violencia física a manos de sus parejas. Pueden haber estado o no casados, vivir juntos o no. Ciertamente existen otros tipos de violencia similar o afín, como abuso infantil, abuso de adultos mayores, de homosexuales, de parientes, etc.. Con todo, y solo por simplificar, el término está usado aquí exclusivamente para referirse a la violencia entre parejas heterosexuales. Para un reconocimiento de otras formas de violencia doméstica, ver notas 297-300 y texto respectivo.
(6) Suzanne K. Steinmetz”The Battered Husband Syndrome”, 2Victimology: An Intnl. J. 499, 1977). Para discusión sobre el trabajo de Steinmetz, ver Parte I.A.
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(II)

Sin embargo, (7) pese a la rica y diversa investigación sociológica y a la consistencia de sus hallazgos, la violencia femenina no es reconocida dentro de la extensa literatura legal sobre violencia doméstica. Al contrario, esa literatura insistentemente sugiere que sólo los hombres cometen violencia doméstica. Ya sea explícita, o lo que es más frecuente, implícitamente (no planteándose siquiera el tema) la violencia femenina es, ya sea negada, o defendida y minimizada. ¿Cómo es posible que nuestra noción institucionalizada de la violencia doméstica, entendida siempre como el abuso masculino sobre la mujer, sea tan radicalmente contradicha por la evidencia empírica?. Responder esta pregunta requiere trazar la historia, tanto teórica como práctica, de la legislación sobre violencia doméstica. Al emprender tal exploración, rápidamente encontramos que el “descubrimiento” de la violencia doméstica está enraizado en una básica premisa feminista: que la sociedad está controlada por una omnipresente estructura patriarcal (8). Esta premisa fundamental feminista tiene implicancias profundas. Al descartar siquiera la posibilidad de violencia femenina, el foco de atención se restringe y se adapta a responder únicamente al abuso masculino sobre la mujer. Los abusos femeninos no pueden ser reconocidos ni tratados: simplemente no existen; por ende, las víctimas masculinas no pueden ser tratadas. Si pretendemos verdaderamente enfrentar el fenómeno de la violencia doméstica y las respuestas legales a ella, los sesgos subyacentes deben ser desafiados. Mediante una abierta discusión del abuso doméstico, la parte I de este artículo intenta exponer el hecho de que la violencia doméstica también puede ser protagonizada por las mujeres . Al hacerlo, presento a la literatura especializada el primer recuento del “Family Violence Survey” y varios otros estudios completados en los últimos 25 años, que han concluido, y reiteradamente, que hombres y mujeres incurren en violencia a tasas similares (9). Después de explorar la tendencia a negar , defender o minimizar la violencia femenina en la parte II y así concluir que esta violencia debe ser abordada, yo postulo en la parte III que el rechazo actual a reaccionar a ese fenómeno es un producto (continúa en pag. III)
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(7)ver notas 14-35 (Family Violence Survey)
(8)ver Emerson y Russell Dobash: “Violence against wives”1-13(1979)
(9) Habiendo miles de artículos sobre violencia doméstica, una investigación Lexis Nexis encontró que el citado “Family Violence Research” está citado en apenas 26 de ellos, aunque en ninguno es examinado críticamente, Sólo en uno de ellos originó un pie de nota. ------------------------------------------------------
(III)

del control feminista del tema de la violencia doméstica. Reconocer la existencia de la violencia femenina representa una amenaza tanto a la teoría feminista como a la práctica legal de las leyes de violencia doméstica. Y esta miope visión de la violencia doméstica tiene implicancias serias. Limitándonos en este análisis al sistema de justicia penal, la Parte IV considera cómo la definición feminista de violencia doméstica ha acarreado una filosofia de arrestos y procesamientos, que implica que sólo los hombres agresores sean penalmente perseguidos. Esa Parte revisa también cómo los programas rehabilitadores han sido orientados a tratar la violencia doméstica como subproducto de una sociedad patriarcal, generándose entonces programas que únicamente se orientan a tratar la violencia masculina. Igualmente, los servicios para víctimas de violencia doméstica, y especialmente la disponibilidad de casas de acogida, han sido también moldeados por ese punto de vista feminista. Y concluyendo, la Parte V llama a denunciar la sesgada definición actual de violencia doméstica y , consecuentemente, aboga por cambios en nuestras normas e instituciones de modo de poder, en definitiva , orientar nuestros esfuerzos a verdaderamente enfrentar y eliminar la violencia doméstica. Habiendo establecido este previo “mapa de ruta”, es importante enfatizar y reenfatizar lo que este artículo NO es. No es un intento de minimizar o cuestionar en ningún aspecto la magnitud o seriedad de la violencia íntima infligida por hombres a mujeres. Más bien es un intento de abrirse, sin prejuicios, a la posibilidad de violencia infligida por mujeres a hombres; observar las reacciones frente a esos posibles hechos, discutir las interpretaciones, explicaciones e implicancias de tales respuestas, y promover una discusión más honesta y abierta sobre violencia doméstica.

I. EL ESTUDIO DE LA VIOLENCIA INTIMA

La realidad de hombres abusados fue primeramente expuesta, a nivel nacional norteamericano, con la aparicion de varios estudios durante los años 70. Los hallazgos de estas primeras investigaciones fueron sorprendentes. No solamente se involucraban las mujeres en violencia íntima, sino que su propensión a cometer tales actos, comparada con el abuso masculino a mujeres, era muy similar en variados aspectos. Esos radicales reportes dieron pie a una controversia que continúa hoy en día. El fenómeno del Esposo Maltratado continúa siendo tenazmente negado, minimizado e incluso defendido. Sin embargo, del examen global del fenómeno en cuestión, incluyendo esos estudios , su confirmación por otra serie de posteriores investigaciones, y las respectivas controversias y polémicas, una verdad simple se concluye: las mujeres agreden.

LOS PRIMEROS ESTUDIOS

En su trabajo de 1977, “El Sindrome del Esposo Maltratado”, la socióloga Suzanne Steinmetz estuvo entre los primeros en llamar la atención de público y académicos

(IV)

sobre el “Fenómeno del Marido Abusado” (10). Si bien el artículo era breve, su contenido resultó explosivo. La profesora Steinmetz investigó el uso de la violencia física en esposos y esposas a través de 5 encuestas independientes, conducidas por diversos equipos especializados en investigación en violencia familiar.Tales encuestas utilizaron esencialmente la llamada “Escala Táctica de Conflictos” (CTS). Desarrollada en 1971 para medir violencia familiar, la CTS ordena la violencia física en 8 categorías, definidas operacionalmente del siguiente modo : categoría 1, implica arrojar objetos ; categoría 2, empujar o rasguñar, (shoving); 3: golpear o abofetear o dar palmadas ; 4: patear o golpear con el puño ; 5: golpear con un objeto, o intentar hacerlo; 6:palizas (beating up); 7: amenazar con un cuchillo o arma de fuego; y categoría 8: utilizar, de hecho, un cuchillo o arma de fuego (12).

1. USO

En cuatro de los 5 estudios reportados, la profesora Steinmetz encontró que maridos y esposas puntúan aproximadamente igual en el uso de cualquier forma de violencia física. Mientras los datos de 3 de tales estudios que encontraron esa paridad de género estaban basados en su trabajo específico (13), el cuarto set de datos provenía del reconocido National Violence Survey, (14) realizado en 1975. Dirigido (cont. en pag. V)
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(10) Steinmetz nota 6 en 499.
(11) Sumados a los datos empíricos, Steinmetz examina la violencia marital comparando el tratamiento histórico del abuso masculino y femenino y su reflejo en “comics”. Id.en 499-501. Es en base a esa variedad de fuentes que Steinmetz concluye que el “Fenómeno del Marido Abusado” existe y no puede seguir siendo ignorado. Id en 499, 503-08.
(12) En todas las categorías la escala CTS se compone de 18 ítems, divididos en 3 enfoques para resolver conflictos: (1):discusión racional (2): expresiones hostiles verbales y no verbales (no físicas); y (3):uso efectivo de fuerza física y violencia . Es esta última etapa la que era y es más controvertida. Para una explicación más detallada del desarrollo y el uso de la CTS, ver Murray A. Strauss et al. “Behind closed doors: Violence in the American Family 26-28, 253-66 (1980). Para discusión adicional sobre la escala CTS y sus críticas, ver infra notas 52-59 y texto acompañante.Debe señalarse que el estudio de Steinmetz omitió la categoría de violencia física “golpizasBEATING UP”. Además, varios de los estudios comparados por ella no hicieron preguntas específicas relativas a “patear”, “amenazar con cuchillo y arma de fuego” o “uso efectivo de cuchillo o arma de fuego”. Para un cuadro completo de los 5 estudios comparados por Steinmetz, ver Steinmetz, supra nota, 6, en 502.
(13) En tres estudios separados dirigidos por la profesora Steinmetz -el primero en base a una muestra aleatoria de parejas en New Castle,.Delaware; el 2º. basado en una muestra amplia estadounidense, aunque no representativa, y el 3º en una muestra de estudiantes canadienses de college– ella concluyó que maridos y esposas puntúan aproximadamente igual en su uso de cualquier forma de violencia física. En el estudio de Delaware, el 47% de los maridos fueron reportados como habiendo usado alguna forma de violencia física contra sus esposas, en algún momento durante el matrimonio; 43% de las esposas también fueron reportadas en la misma categoría. En la muestra canadiense de 52 familias , el 23% de los maridos habían recurrido a la violencia, comparado con el 21% de las esposas dentro de la muestra. Igualmente, en la muestra U.S. amplia no representativa de 98 parejas , un 32% de los maridos y un 28% de las mujeres fueron reportados como habiendo usado violencia durante sus matrimonios. Si bien los porcentajes varían entre estudios, la relación masculina-femenina en tasas de violencia es similar dentro de cada estudio . Steinmetz supranota, 6, p. 501-03. Para el trabajo de Steinmetz dedicado al estudio de Delaware ver Suzanne Steinmetz “El Ciclo de Violencia : Asertiva, Agresiva y Abusiva ”(1977)
(14) Steinmetz nota 6, 501-03. Se han publicado muchos libros y papers dedicados exclusivamente al Survey de 1975 sobre violencia familiar, y a compararlo con estudios posteriores. Sobre uno de los primeros, ver Murray A. Strauss, “Wife Beating: How Common and Why?”, 2VICTIMOLOGY:AN INTL. J. 443 (1977). Sobre el primer libro dedicado al National Violence Survey de 1975, ver Strauss et al. supra nota 12. Sobre trabajos posteriores que comparan el survey de 1975 con otros similares y posteriores, realizados en 1985 y 1992 por los mismos investigadores, ver Richard Gelles INTIMATE VIOLENCE IN FAMILIES (3ª. Ed. 1997: compara resultados de los surveys de 1975, 1985 y 1992); en adelante :“Intimate Violence in Families”; Richard J. Gelles y Murray A. Strauss, “Intimate Violence” (1988) (compara los surveys de 1985 y 1992, dirigido a un público y audiencia amplios (en adelante Intimate Violence); Murray Strauss y Richard Gelles. Violence in American Families: Risk factors and Adaptations to Violence in 8145 families (1989) (compara los surveys de 1975 y 1985, orientado a una audiencia académica);en adelante: Physical Violence. Para mayor discusion de estos tres estudios líderes, ver nota 15-18.
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(V)

por los sociólogos Richard Gelles, Murray Strauss y Suzanne Steinmetz, mediante el apoyo del Programa de Investigación en Violencia Familiar de la U. de New Hampshire, el equipo fue responsable de conducir el primer estudio nacional dedicado a estudiar la violencia familiar. Focalizándose especialmente en violencia marital y abuso infantil, se seleccionó una muestra nacionalmente representativa de 2143 parejas “intactas” (15). De esta muestra, un adulto de cada pareja fue entrevistado personalmente y preguntado acerca de conflictos familiares ocurridos durante los últimos 12 meses y conflictos ocurridos en cualquier momento durante el matrimonio, o durante la relación padres-hijos.(16). El Family Violence Research Laboratory nacional resultó consistente con el otro trabajo de Steinmetz. Al informar datos relativos a violencia marital cometida “sólo en el año 1975”, los datos arrojaron paridad de género: 12% de los maridos y 12% de las mujeres habían usado violencia durante el año 1975 en contra de sus parejas. (17). El último, 5º estudio, sugirió que los maridos ejercieron violencia a una tasa más elevada que las esposas (18). Sin embargo, a diferencia de los otros 4, tales resultados fueron reconocidos como sesgados, en la medida en que la mitad (cont. en VI)
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15) Para calificar como “pareja intacta”, ésta debía conformarse de un hombre y una mujer que vivieran actualmente juntos. El estar casados no era requisito, y el survey caracterizaba toda violencia intrapareja como marital, sin distinguir casados o no. De las 2143 familias estudiadas 1146 tenían niños entre 3 y 17 años. Strauss et al. nota 12 en 24-26. Para críticas sobre el Family Violence Research Laboratory, su método muestral y los esfuerzos realizados para mejorarlo en los siguientes estudios, ver id., en 25-26; Physical Violence, nota 14, en 9-14 y 49-73.
(16) De las 2143 familias, 960 hombres y 1183 mujeres fueron entrevistados. Strauss et al. nota 12, en 24.
(17) Si bien la cifra de 12% es drásticamente inferior a los porcentajes arrojados en los otros surveys informados en el trabajo de Steinmetz, esta cifra se refiere a violencia durante el período de un año, en tanto las otras cifras se refieren a violencia ocurrida en cualquier momento durante el período de matrimonio. Steimetz, nota 6 , 502.Para un sumario de los 3 proyectos de Steinmetz, ver discusión en Parte I.A
(18) Referente al uso de cualquier tipo de violencia durante el curso del matrimonio, el estudio encontró que el 47% de los maridos, comparado con el 32% de las esposas, había usado violencia en una ocasión al menos. Richard Gelles, The Violent Home 51-52 (1972). -----------------------------------------------------------------

(VI)

de los participantes provenían de registros policiales o de archivos de organismos oficiales que luchan contra la violencia doméstica; los que están reconocidamente sesgados, al reflejar en forma desproporcionada la violencia perpetrada por hombres.

2: FRECUENCIA

La magnitud comparable de la violencia física protagonizada por ambos sexos, marca sólo el comienzo de las similitudes evidenciadas por estos estudios pioneros en el fenómeno de la violencia íntima. Se podría argüir que el abuso activo del cónyuge masculino podría estar subvalorado en relación al abuso activo femenino, si se encontrara que las mujeres utilizan la violencia física de un modo menos intenso que los hombres. Sin embargo, las variadas investigaciones informan consistentemente que “las esposas no solamente utilizan la violencia a tasas similares a las de los maridos, sino que ellas los igualan, y a menudo los exceden, en la frecuencia con la que se involucran en conducta violenta” (20) Posteriores estudios confirman los hallazgos de este temprano y polémico trabajo.En 1985, el Family Research Laboratory condujo otro estudio nacional (21). Abarcando 6000 familias a través de (cont. en VII)
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(19) Ver Steinmetz, nota 6, en 503. Para posterior discusión del permanente sesgo de reconocer el abuso masculino e ignorar el femenino, evidente en las normas culturales y políticas de los organismos legales y sociales, ver nota 90; también Parte IV.B. (20)Contando el número de actos reportados por maridos y esposas durante el curso de sus matrimonios, en los tres surveys de Steinmetz se encontró que las mujeres se involucraban en actos de violencia física en mayor medida que los esposos. Focalizándose sólo en aquellas parejas en las que uno o más actos de violencia había ocurrido, la frecuencia reportada de violencia de esposas versus la de maridos, fue la siguiente: en el survey de Delaware, 4,04 versus 3,52; en el survey canadiense, 7,82 versus 6,00; en el survey nacional no-representativo, 7,00 vs. 6,6. Steinmetz, nota 6, 503. Del mismo modo, el Family Violence Research Survey de 1975 también encontró que las mujeres en promedio cometían más actos de violencia en ese año que los maridos. Centrándose solo en parejas en las cuales uno o más actos de violencia habían ocurrido en 1975, el reporte de Strauss encontró que las esposas cometían, ese año, un promedio de 10,3 actos físicamente violentos en contra de sus maridos, en tanto éstos promediaban 8,8 en contra de sus esposas. Id. 503. Sin embargo, y para no exagerar el punto, Strauss prefiere basarse en la mediana como mejor indicador de la frecuencia típica de conducta violenta, en parejas con violencia ocurrida en 1975. Strauss, nota 14, en 445. Esta mediana refleja que la frecuencia media de actos violentos de los maridos para ese año fue de 2,5 actos, en tanto la de las mujeres fue reportada como ligeramente superior: 3.0 actos. Id. Para una discusión plena del Family Violence Research Survey de 1975, ver Straus et al. nota 12, 41-43; Straus nota 14. Si bien el quinto survey en el estudio de Steinmetz (que fue completado por Richard Gelles) arrojó que los hombres usaban la violencia física mas frecuentemente que las mujeres en sus relaciones íntimas, tales resultados deben ser considerados críticamente, a la luz de las tasas de frecuencia consistentemente arrojadas por los otros surveys y, quizá más importante, por la naturaleza sesgada de la muestra utilizada. En su survey de 1974, Gelles encontró, por ejemplo, que el 11% de los maridos y el 5% de las esposas se involucraron en actos de conducta violenta entre 2 y 6 veces en el año. Steinmetz, nota 6, en 503.Para mayor discusión sobre la naturaleza sesgada de las muestras usadas en varios estudios de violencia doméstica, ver nota 59. 21) Hay una rica literatura que se basa en el survey de 1985 y compara sus hallazgos con los previos (particularmente el de 1975). Libros clave fueron escritos por los autores respectivos de los surveys, dedicándolos al tema: “Intimate Violence” , nota 14 (escrito para un público amplio) y “Physical Violence”, n.14 (dedicado a audiencias académicas). Para otras discusiones sobre estos surveys líderes, ver notas 14-18 y notas 66-68.
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(VII)

entrevistas telefónicas, el equipo investigador buscó asegurar que sus datos fueran representativos utilizando un grupo muestral dos veces mayor que el de 1975 ; también incluyendo sobrerrepresentación muestral de algunos grupos minoritarios que podían estar siendo subrepresentados.(22). Basándose nuevamente en la Escala Táctica de Conflictos, el estudio de 1985 confirmó el uso y frecuencia de violencia física tanto por hombres como por mujeres (23)

3..SEVERIDAD

En tanto es reveladora la similitud que arrojan esas investigaciones en relación a las tasas de violencia física mostradas por maridos y esposas, tales datos no son suficientes para efectuar una meticulosa comparación de la naturaleza de la violencia de maridos y esposas. Como la definición de “violencia física” usada en varios estudios basados en la Escala Tactica de Agresiones varía desde “Arrojar algo” a “Uso efectivo de cuchillo o arma de fuego”, las mujeres podrían ser comparables a los hombres en “uso” y “frecuencia” de conducta violenta, pero no en la “severidad” del tipo de violencia utilizada. Algunas diferencias por tipo de violencia utilizada por cada sexo son ciertamente evidentes. Se ha encontrado que las mujeres tienen una probabilidad dos veces más alta que los maridos de “arrojar objetos”. Las esposas también tienen más probabilidades de patear, morder y PUNCH.Tienen igualmente mayores probabilidades de “golpear con algo”, o “intentar golpear con algo” a sus esposos, y más probabilidades de amenazar a sus esposos con un cuchillo o arma de fuego.(26). Los hombres, por otro lado, puntuaban más alto en las cuatro categorías de “empujar”, “agarrar” y (cont. en VIII)
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- (22) En total , el survey de 1985 del F.R.Laboratory. entrevistó a 6.002 hogares, seleccionándose 4.032 en proporción a la distribución de hogares por estado, e incluyendo tres “sobremuestras” consistentes en 1) 958 hogares en 25 estados a fin de asegurar 100 entrevistas en 36 estados clave; 2) 508 hogares negros y 3) 516 hogares hispánicos. Para acomodar el incremento de entrevistas desde el survey interpersonal de 1975, las entrevistas en 1985 fueron completadas vía teléfono. Para mayor discusión sobre la metodología usada en el segundo survey nacional, ver Intimate Violence, nota 14 207-12. Para un análisis académico y una comparación de las metodologías de 1975 y 1985, ver Physical Violence , nota 14, 17-28. Para mayor discusión del survey de 1975, ver notas 14-18.
(23) Physical Violence, nota 14, 95-99.
(24) durante 1975, un 5% de las esposas arrojó algún objeto a sus maridos, en tanto un 3% de éstos hizo lo mismo con ellas.
(25) durante 1975, un 3% de las esposas pateó, abofeteó o pellizcó, comparado con un 2% de los hombres. Straus et al. Nota 12 en 37-38. Steinmetz, nota 6, en 502.
(26) Durante 1975, un 3% de las esposas golpeó, o intentó golpear, a sus esposos con algo, comparado con el 2% de los esposos. Un 6% de las esposas amenazó a sus maridos con un cuchillo o arma de fuego, comparado con un 0,4% de los maridos. Straus et al. Nota 12, en 37-38. –Steinmetz, nota 6 , en 502.
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(VIII)

empujar,(27) SHOVING, abofetear, o apalear, hitting, o dar golpiza, beating up, y uso efectivo de cuchillo o arma de fuego. No obstante, esas diferencias por categoría no evidencian que los hombres sean incuestionablemente más propensos que las mujeres a cometer actos de violencia doméstica severa . Al combinar los datos recolectados en las 5 últimas categorías de violencia física y crear así un “Indice de Violencia Severa”, encontramos que “las esposas se involucran en más actos de violencia severa que los maridos” (31). Considerar la frecuencia de las conductas severamente violentas no mitiga estos hallazgos. Las esposas muestran un perfil de conducta severamente violenta, estadísticamente comparable a la de los esposos.(32). En concordancia con esta similitud general encontrada en el survey de 1975 (33), otro reporte temprano también encontró que maridos y esposas mostraban “un potencial similar” para la violencia íntima y que “inician similares actos de violencia”.(34)

B. RECIENTES HALLAZGOS

Estos hallazgos sucesivos respecto al uso, frecuencia y severidad de la violencia perpetrada por maridos y esposas, inplicaron gran interés por el estudio de la violencia familiar. En 1992, miembros del Family Violence Research Laboratory completaron aún otro survey nacionalmente representativo (35). El estudio reafirmó que las esposas (cont. en IX)
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(27) Durante 1975, un 11% de los maridos empujó, pushed, agarró, o empujó shoved, mientras un 8% de las esposas incurrió en las mismas conductas
(28) Straus et al.nota 12, en 37-38.
(29) íd.
(30) Según el reporte de 1975, un 0,3% de los esposos usó un cuchillo o arma de fuego en contra de sus esposas, en tanto un 0,2% de éstas hizo lo mismo con su cónyuge. Straus et al. Nota 12, en 37-38. Steinmetz, nota 6, en 502.
(31) Según el reporte de 1975, un 3,8% de los maridos incurrió en “violencia severa”, en tanto hizo lo mismo un 4,6% de las esposas. Straus et al., nota 12, en 39-41. Las últimas 5 categorías de la Escala CTS son:Patear, kicking ;Biting or hitting with a fist , golpear con el puño;hitting o tratar de hitting, con algo; palizas; y por último, amenazar o usar cuchillo o arma de fuego. Para mayor discusión sobre el CTS ver nota 12.
(32). Focalizándose sólo en las parejas que reportan “palizas” maritales, el survey encontró que en alrededor de un tercio de los casos había habido sólo un incidente de severa violencia y que maridos y esposas puntuaban igual en ese cometer “una sola vez” violencia severa. Straus et al., nota 12, en 41. Comparando hogares donde habían ocurrido 2 actos de violencia severa, el 20% de los maridos severamente violentos y el 12,5 % de las esposas en la misma categoría cometieron 2 actos severos. Id. El 47% de los maridos “agresores de esposas” lo hicieron 3 o más veces en 1975, comparado con un 53% de esposas que agredieron 3 o más veces a sus conyuges. Id. en 41-42. Se puede argumentar que el corte de comparación en 3 casos o más, no da suficiente base para comparar, porque dentro de tal categoría un esposo de determinado sexo que se involucra en 3 actos de severa violencia, puntúa igual que uno del sexo opuesto que se involucra en muchos más actos de violencia. Para críticas y discusión a este particular, ver infra Parte II.A.2(a). (33) Straus Et Al.nota 12, en 37-38. El cuadro específico de comparación se reproduce en el trabajo de Steinmetz sin el ítem “golpizas”. Ver Steinmetz, nota 6, en 502.
(34) Steinmetz, nota 6, en 505.
(35). El survey de 1992 fue llevado a cabo utilizando una muestra nacionalmente representativa de 1970 familias y fue realizado mediante entrevistas telefónicas por Glenda Kaufman Kantor. Los resultados del survey de 1992 y su comparación con los 2 N.F.V. surveys fueron presentados al 13º. Congreso Mundial de Sociología de Bielefeld, Alemania, mediante un paper por Straus y Kantor; Murray A. Straus y Glenda K. Kantor, “Changes in spouse assault rates from 1975 to 1992: a comparison of three national surveys in the U. S”, en “Población, Medio Ambiente y Vida Sostenible” (Herwing Brig et. al. eds. 1994). Para discusión sobre el survey de 1992, ver Beverly Ford, “Violent Relationships: Battering and Abuse Among Adults 13” (2001); Intimate Violence in Families, nota 14, en 70-92; Richard Gelles, Estimating the Incidence and Prevalence of Violence Against Women: National Data Systems and Sources, 6 Violence Against Women 784, 797 (2000).
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(IX)

se involucraban en violencia íntima a tasas comparables a la de los maridos.(36). Sin embargo, una comparación de los estudios de 1975,1985 y 1992 también revela una importante tendencia. A pesar de los hallazgos que señalan que maridos y esposas puntuaban aproximadamente igual en términos del porcentaje involucrado en cualquier acto de violencia, la brecha en el uso de severa violencia entre maridos y esposas ha aumentado (37).Así ,al comparar resultados de 1975 y 1995, los investigadores observan que en tanto el uso masculino de severa violencia ha declinado 21%, el femenino permanece virtualmente constante (38).En los resultados de 1992, los investigadores de nuevo encontraron que, mientras las agresiones severas por parte de las esposas permanecían bastante constantes, la tasa de abusos severos perpetrados por los maridos decreció casi 37% entre 1985 y 1992. En general las agresiones en contra de mujeres mostraron una caída de 50% entre 1975 y 1992 (40).

II LAS REACCIONES

Si bien el estudio realizado por el Family V.R.Laboratory, así como otros similares , ha recibido algunos elogios, éstos han sido completamente sobrepasados por el nivel y alcance de las críticas surgidas en contra del mismo. (sigue en X)
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(36) Para discusión sobre tal estudio, ver nota 35.
(37) Para una previa discusión sobre el más bajo nivel de violencia severa protagnizado por los hombres, en comparación a las mujeres (en 1975), ver notas 14-18.
(38). Informando sobre el uso de “severa violencia” (patear, golpear hitting o tratar de golpear con algo ; golpizas; y amenazar o usar cuchillo o arma de fuego) según medición con la CTS, los investigadores reportaron que la modalidad “marido-contra-esposa” de “violencia severa” decreció de 38 maridos por cada 1000 parejas en 1975 a 30 en 1985. En comparación, la modalidad “mujer-contra-esposo” de violencia severa permaneció constante, con una tasa de 46 mujeres por cada 1000 parejas en 1975 y 44 por cada mil en 1985.Intimate Violence, nota 14, en 250-251. Para una discusión de la estadística de 1985 y su comparación con la de 1975, ver Id. en 108-115; Physical Violence, nota 14 en 118-21, 539-34. Para discusión del “Indice de Severa Violencia”, ver nota 31.
(39) Mientras la tasa de golpizas a esposas fue de 30 cada 1000 parejas en 1985, la de 1992 fue de 19 cada 1000.Ford, nota 35, en 11-13; Gelles, nota 35 en 797.
(40) El estudio de 1992 también incluyó una comparación por género en un índice de “agresión menor”, compuesto de las categorías: empujones menos severos, agarrar(pellizcar?), empujar y abofetear. Las agresiones menores perpetradas por los maridos aparecen decreciendo entre 1975 y 1992, pero las perpetradas por las mujeres se incrementaron.Ver Ford, nota 35, en 13; ver también Gelles,
(41) nota 35 en 797. Para una discusión sobre las diferencias de género informadas en los estudios, ver Parte II A.2.(b)
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(X)

Estas críticas han variado desde ataques personales a los investigadores, pasando por esfuerzos académicos dirigidos a atacar el trabajo en sí (negando la validez de sus resultados), y llegando hasta una categórica defensa de la conducta violenta de la mujer y una minimización de sus consecuencias. De cualquier manera,y sea cual sea la naturaleza de las críticas, éstas han sido invariablemente de características vehementes.

A. NEGANDO LA VIOLENCIA FEMENINA

1.Mediante tácticas de amenaza En la palestra pública, la reacción de los medios a los informes sobre el fenómeno del marido abusado fue exagerada. Las estimaciones de 2 millones de maridos víctimas de violencia doméstica en los EEUU, fueron rápidamente infladas por los periódicos a 12 millones. (41). Otras reacciones no fueron de naturaleza tan suave. Quizá la más intimidatoria, física y personalmente, fue infligida sobre Suzanne Steinmetz, quien fue la pionera en llamar la atención sobre el tema (43). Steinmetz apareció en un show como el “Today Show” y en “Phil Donahue” (44). Su trabajo fue citado en varios periódicos, incluyendo una página completa en la revista “Time” (45). Pero si bien su trabajo recibía algún apoyo, el ataque público en contra de ella y su familia, fue sintomático. (46).Amenazas verbales fueron proferidas en contra de ella y de sus hijos – tanto en su casa como en público- .Se recibieron amenazantes llamadas telefónicas dirigidas a Steinmetz , y también a los auspiciadores, tendientes a impedir que efectuara nuevas publicaciones de su trabajo. En otra ocasión, surgió una amenaza de bomba en un encuentro de la ACLU en el cual estaba prevista la intervención de Steinmetz .(47).Profesionalmente, ella también fue amenazada. En un intento de impedir que recibiera un nombramiento académico formal, todas y cada una de las mujeres pertenecientes a la facultad de Delaware fueron contactada por determinadas personas, en nombre del movimiento de derechos de las mujeres (48). Algunos académicos también se involucraron en ataques, caracterizados por una actitud
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(41) La cifra de “doce millones” se atribuye al reporte de Roger Langley, un periodista del New York Daily News. Para discusión de los primeros reportajes de los medios, ver Intimate Violence, nota 14, en 105-06.
(42) Id, en 105
(43) Para una discusión del trabajo de Steinmetz, ver Parte I.A.
(44) Philip Cook, “Abused Men, The Hidden Side of Domestic Violence” 109-14 (1997);Intimate Violence, nota 14, en 105-06.
(45) Cook, nota 44, en 109-14 ; Intimate Violence, nota 14, en 105-06.
(46) Para mi discusión del porqué una reacción tan fuerte, ver Parte III.
(47) Cook nota 44, en 109-14.
(48) Id., en 112.
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(XI)

una actitud de burla hacia su trabajo, que fue tachado de anti-feminista y sesgado hasta en sus fuentes de financiamiento (49). Otros científicos sociales involucrados en el estudio del victimismo masculino y en la violencia familiar fueron igualmente hostilizados (50). Tales tácticas parecen haber sido efectivas. Los dos investigadores involucrados en los primeros proyectos, e incluso algunos que hubiesen querido integrarse en ellos, admiten que han elegido mantenerse alejados de la temática del esposo agredido (51). Tales comentarios son trágicos, no sólo para los interesados en la violencia femenina, sino para todos los comprometidos en proteger la investigación académica y la libertad intelectual. 2. Por crítica metodológica Más allá de las críticas por amedrentamiento y por WOOZLES, una táctica más efectiva y aparentemente más neutral para silenciar el estudio de la violencia femenina, ha sido el ataque a la metodología . Una crítica inicial planteó que los informes basados en la Escala Táctica de Conflictos, por definición, permiten enfocar sólo la violencia que se deriva de situaciones conflictivas . Si bien reconocen el valor de la CTS en otros estudios sociales, critican su uso en los estudios de familia (52). Debido a la focalización de esa escala en el conflicto, ella no permitiría reconocer el uso de la violencia, en un contexto familiar, en su carácter de táctica de control coercitivo; así, tal metodología fallaría al no enfatizar en el uso de la violencia por los hombres como método para mantener el poder o en el uso de la violencia sin provocación.(53).La metodología del CTS es también criticada por su foco limitado a los “actos” de violencia, y no a las “consecuencias”, o más especificamente, la “severidad de los daños” resultantes de dichos actos.(54).Por ejemplo,de los grados de violencia definidos allí, resulta que actos como “tratar de golpear con algo” son considerados más severos que “abofetear”, lo que parece inapropiado, dado el potencial de severo daño físico que puede resultar de una palmada, en tanto ningún daño podría resultar del sólo intento de arrojar (sigue en XII)
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(49) id en 109-12.
(50) Muchos años después del reporte inicial del equipo del Family V.R. , un amargado Straus reconoció que aunque sus primeros trabajo sobre violencia contra las mujeres habían sido considerados básicos por las y los feministas (dado que corroboraban sus argumentos de violencia masculina institucionalizada), fue posteriormente “excomulgado” por las y los feministas, a raiz de las publicaciones de los Family Violence Surveys. Murray A.Straus, Physical Assaults by wives: A Major Social Problem, en Current Controversies on Family Violence 82 (Richard Gelles y Donileen R. Loseke eds. 1993). Para una más temprana reacción de los investigadores de la familia criticados por sus hallazgos, ver Intimate Violence, nota 14, en 105-06
(51). Intimate Violence nota 14, en 106
(52) Kersti A. Yilo; Through a Feminist Lens: Gender, Power and Violence, en Current Controversies on Family Violence, Nota 50, en 47, 52-53
(53) Demie Kurz , “Physical assaults by Husbands: a Major Social Problem” en Current Controversies on Family Violence, nota 50, en 88, 94-96; Yllo nota 52, en 53. Para la critica de que la aproximación no-contextual del CTS impide comprender la naturaleza de género de la violencia doméstica, ver Parte II.B. (54) Yllo, nota 52, en 52-53.
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(XII)

algún objeto, en el caso en que ese intento falla (55). Se ha criticado también el incorporar categorías excluyentes de violencia que en verdad son vistas como traslapadas (56). Reconociendo tales preocupaciones, el Family V.R. Laboratory intentó abordarlas en sus estudios iniciales (57). Sin embargo, más que rechazar la metodología y los hallazgos con ella obtenidos, los investigadores hicieron notar que el CTS había sido previamente aceptado como metodología en estudios de familia limitados al abuso sufrido por las esposas.(58). Además, a pesar de haber sido recolectados a través de la metodología CTS, la investigación del equipo del Family Violence arrojó resultados similares a los de numerosos otros estudios sobre abuso masculino y femenino, incluyendo los que no se basaban en metodología CTS (sigue en XIII)
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(55) R. Emerson Dobasch, Research as Social Action: the Struggle for Battered Women, en Feminist Perspectives on Wife Abuse 51, 59 (Kersti Yllo, Michele Bograd eds. 1988) (56) Por ejemplo, hay criticas respecto de la separación entre la categoría “kick, bit, o hit con un puño” y la de “dar golpizas al otro”. Id.,en 59. Para una revisión de las categorías CTS , ver nota 12.
(57) Straus et al., nota 12, en 27-28.
(58) Straus, nota 50, en 84.
(59) Por 1999, se contaban sobre 100 estudios cuyos resultados concluían que hombres y mujeres se involucran en violencia doméstica a tasas similares.Ver Murray A. Straus “La controversia sobre Violencia Doméstica Femenina: Un Analisis Metodologico, Teórico y desde la Sociología de la Ciencia, en Violence in Intimate Relationships 17,17-18 (Ximena B. Arriaga y Stuart Oskamp eds. 1999). Para una revisión de diversos estudios, relativos a familia y abuso de parejas, que arrojan similares tasas de abuso masculino y femenino, ver id. En 25-27; Straus, nota 50, en 68-72 (discute los resultados arrojados por un estudio sobre tasa de agresión en convivientes, en relaciones de casados y convivientes, y un estudio sobre la tasa de agresiones de individuos en relaciones no estables ); ver también Physical Violence, nota 14, en 162 (compara la similitud en datos sobre abuso femenino y masculino en estudios más antiguos y concluye que “estos hallazgos son tan consistentes que dejan pocas dudas sobre la alta tasa de agresiones por parte de las mujeres”); Terrie E. Moffit, Partner Violence Among Young Adults, Natn,l Inst. Just.:Research Preview (abril 1999) (discute resultados preliminares de un panel longitudinal de 21 años en Nueva Zelandia, que encontró que las mujeres mostraban mayores actos de violencia doméstica contra sus parejas que los hombres); Daniel G. Saunders, Wife Abuse, Husband Abuse, or Mutual Combat? A Feminist Perspective on the Empirical Findings, en Feminist Perspective on Wife Abuse, nota 55, en 96 (hace notar numerosos estudios que corroboran el trabajo del Family Violence Research, con hallazgos que reportaron que “23% a 71% de las mujeres golpeadas usaron la violencia en contra sus abusadores”). Para dicusión sobre otros estudios no basados en la escala CTS, y que arrojan resultados equivalentes sobre el similar uso de violencia por parte de hombres y mujeres, ver Ford, nota 35, en 7-14 (proporciona un panorama de numerosos estudios criticos, incluyendo el National Crime Victimization Survey, Natnl. Famly Violence Surveys, National Youth Survey, y estadísticas sobre homicidio y otros tipos de violencia íntima recolectados por el US Bureau of Statistics); William S. Stacey et al. “The Violent Couple” (1994) (incluye un survey de 86 parejas en Austin Texas que estaban participando en un programa de consejería, pero destaca desde el principio el caracter sesgado de la muestra, principalmente porque en dos tercios de los casos las parejas estaban participando por orden judicial, en reemplazo de una condena por violencia doméstica para el miembro masculino de la pareja); Barbara Morse, Beyond the Conflict Tactics Scale: Assessing gender differences in partner violence, 10 Violence and Victims 251 (1995) (informa los resultados de la National Youth Survey, un survey longitudinal y nacionalmente representativo sobre violencia íntima entre parejas casadas y cohabitantes y encontró tendencias y patrones similares a las informadas por el N. Fam. Violence Survey, respecto al uso de violencia menor y severa por parte de hombres y mujeres . Debe señalarse que un apreciable número de otros estudios ha encontrado tasas sigificativamente más altas de violencia para los hombres que para las mujeres. En 1997 se entregaron los resultados del Survey Nacional de Violencia Contra la Mujer en EEUU (NYAW). Esta investigación consideró 16.000 hogares, entrevistando a 8000 hombres y a 8000 mujeres ; concluyó que los hombres fisicamente agredían a las mujeres a una tasa 3 veces superior al caso inverso. Sin embargo, tales conclusiones deben ser interpretadas a la luz de las preguntas respectivas, concebidas para focalizarse en la violencia con resultado de daño físico, y en tipos de violencia con mayor probabilidad de ser considerada penal. Straus, supra, en 26-27. Del mismo modo, varios otros estudios comúnmente citados son los “estudios sobre mujeres golpeadas”, basados generalmente en datos tomados de mujeres que residen en casas de acogida para mujeres golpeadas; o estudios basados en llamadas policiales efectuadas por víctimas de violencia doméstica, que son típicamente hechas por mujeres ; y el National Crime Violence Survey, un reporte gubernamental basado en estadísticas penales relativas a violencia doméstica. Estos estudios han sido criticados por sesgados y no representativos, con muestras que incluyen desproporcionadamente a mujeres abusadas. Los estudios basados en casas de acogida para mujeres golpeadas no son representativos, porque se basan en entrevistas sólo con víctimas femeninas. De igual manera, debido a que se reconoce que las víctimas masculinas de violencia doméstica tienen menor probabilidad que las femeninas de usar los teléfonos policiales de llamado, los estudios basados en ellos no pueden ser representativos. Igualmente, el National Crimes Victims Survey es visto como no representativo, porque los actos de violencia perpetrados por hombres son más comúnmente reportados como “delitos” en relación a los cometidos por mujeres. Straus, nota 50, en 68-72.; ver también, Stacey et al.,supra, en 45 (reconociendo la baja confiabilidad de los reportes de policía y tribunales sobre violencia doméstica y citando una opinión crítica que declara aquellos datos como “prácticamente sin valor para propósitos de investigación penal”); Steinmetz, nota 6 en 503-04 (critica previos estudios de violencia femenina por lo sesgado de las muestras). Para mayor discusión general sobre los problemas metodológicos y las dudas sobre no-representatividad , tanto en estudios clínicos (como los basados en datos de tribunales y datos de casas de acogida) como en muestras representativas de la comunidad (como el National Family Violence Survey), ver Straus, nota 50, en 77-80.
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(XIII)

(b) PREOCUPACIONES DE GENERO

Otros importante temas metodológicos puede también ser considerados. Es significativa la creencia de que los hombres tienden a subinformar sus actos de violencia doméstica, y que ningún estudio basado en reportes masculinos arrojaría entonces resultados exactos o meticulosos.(60). Sin embargo, de diversas maneras los estudios sobre hombres abusados minimizaron esta amenaza. En primer lugar, en tanto las encuestas con CTS recolectaron datos sobre hogares, típicamente sólo uno de los cónyuges completó el cuestionario o entrevista. Dado que en la mayoría de las instancias el participante cónyuge fue la mujer, la supuesta amenaza de reportes poco confiables de informantes hombres fue reducida desde el principio. (61). En el estudio CTS de 1985, el equipo del F.V. Research fue más allá en poner atención en este riesgo, al aislar la información proveniente de fuentes masculinas de las de origen femenino. Aún cuando los investigadores se basasen sólo en los datos reportados por mujeres, éstos arrojaron que las tasas de violencia por parte de hombres y
(sigue en XIV)
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(60) Straus, nota 50, en 68 (reconociendo la preocupación en torno a la baja tasa de reportes de violencia por parte de las víctimas masculinas).
(61). Steinmetz,nota 13, en 14-16 (nota que de las 57 familias estudiadas en su survey, 35% de los maridos o padres fueron incluidos en la etapa “cuestionario” del survey, en tanto sólo 9% de la etapa “entrevistas personales” correspondieron a participantes varones). Para mayor discusión del trabajo de Steinmetz, ver nota 6-34 y texto acompañante.
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(XIV)
mujeres permanecían similares. Además, esa paridad entre actos de violencia cometidos por hombres y mujeres persistía cuando los datos eran separados entre índices de violencia doméstica “menor” y “severa”, de la CTS.(62).

B: DEFENDIENDO LA VIOLENCIA FEMENINA

1. CRITICAS CUANTITATIVAS.
Pero en cualquier caso, si en definitiva aceptáramos que las críticas metodológicas son exactas y justificadas , el aserto de que hombres y mujeres se involucran en similares patrones de violencia doméstica podría ser negado entonces con fundamento . Y sin embargo, aún el considerar, evaluar e intentar contrarrestar los defectos metodológicos que plantean estas críticas (como precisamente yo he intentado hacerlo) no parece respuesta suficiente a las mismas. Para los interesados en desacreditar la afirmación de que hombres y mujeres actúan violentamente, una motivación más poderosa es no sólo aceptar la violencia femenina, sino defenderla. Aún concediendo que las mujeres realmente se involucran en actos de violencia doméstica, el uso femenino de la- (sigue en XV)
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(62) al hacerlo así, los investigadores encontraron que los reportes masculinos sobre violencia masculina tendían a informar mayor violencia mínima que los femeninos respecto a violencia masculina. Straus, nota 50, en 68. De esta manera, reportados por mujeres, los datos del F.V.Reasearch de 1985 indicaron los siguientes porcentajes de esposos involucrados en violencia doméstica hacia sus parejas :

(Según Reportes de Mujeres)
Perpetrador de violencia y tipo :
El Hombre : Violencia Menor 6,9% severa 4,9% ninguna 88,1%
La Mujer : V. Menor 7,7% severa 4,4% ninguna 87,9%

(Según Reportes de Hombres)
Perpetrador de violencia y tipo :

El Hombre Menor 9,2% Severa 1,3% Ninguna 89,5%
La Mujer 7,5% 4,7% 87,8%

Physical Violence, nota 14, en 156-157, 162. Parece haber alguna disputa sobre el tema de la honestidad de género.Comparando los datos de 1975, 1985 y 1992, otros estadísticos han encontrado que los hombres tienden a reportar mayores tasas de violencia masculina que las mujeres, y que las mujeres tienden a reportar mayores tasas de violencia femenina que los hombres. Para un desglose por género en el período reportado, ver Ford, nota 35, en 13.Ver también Gelles, nota 35, en 797.
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(XV)

violencia se justificaría porque es una autodefensa, un salvar la vida de mujeres que están siendo fisicamente atacadas por sus parejas masculinas (63). El desarrollo del “síndrome de la mujer golpeada” como justificación para delitos (que incluyen el homicidio) cometidos en contra de varones abusadores evidencia la amplia aceptación del uso femenino de la violencia como autodefensa (64). Esta teoría de la autodefensa no es, sin embargo, plenamente respaldada por las estadísticas. De acuerdo a las estadísticas sobre violencia íntima, mientras en aproximadamente un 50% de los casos se reporta conducta violenta de ambos cónyuges o parejas, en el restante 50% se informa que sólo uno de los cónyuges ha utilizado, en alguna ocasión, la violencia doméstica (65). Es claro que el simple hallazgo de que en aproximadamente un 50% de los casos “ambos cónyuges” se involucran en violencia, no permite determinar quien es el iniciador de la violencia (66) (sigue en XVI)
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(63)Dobash y Dobash, nota 55, en 59-60. Para la caracterización de “autodefensa” de las estadísticas que reportan violencia por parte de mujeres, ver Daniel Saunders, “Cuando las Esposas Golpeadas usan la Violencia: ¿Marido Abusado o Autodefensa?”, 1 Violence y Victims 47 (1986). Para mayor discusión sobre defensa de la mujer golpeada que usa violencia, ver infra notas 64, 69, 137.
(64) A Leonore Walker, una pionera en el estudio de violencia doméstica, se le atribuye el desarrollo del “Sindrome de la mujer golpeada” . Ver, e.g. Leonore Walker “Terryfing Love: Why Battered Women Kill And How Society Responds (1989); L. W. Battered Women Syndrome and Self-defense, 6 Notre Dame J.L. Ethics and Pub. Pol, y 321 (1992). Para una muestra del inmenso cuerpo de literatura sobre la creación, uso y debate en torno al Sindrome de la Mujer Golpeada, ver Angela Browne, “When battered women kill (1987); Amy Lou Busch, “Finding their Voices: Listening to battered women who ve killed” (1999); Intimate Violence, nota 14, en 141-59 (cuestionando la noción de “desamparo aprendido” al informar sobre la variedad de respuestas femeninas a la v.d.); Anne Mac Coughlin, Excusing Women, 82 Cal.L.Rev.1(1994) (criticando la defensa del Sindrome de la Mujer Golpeada, como un refuerzo de los estereotipos femeninos negativos). Para mayor discusión sobre el síndrome de la mujer golpeada y su relación con la definición patriarcal de violencia doméstica, ver notas 109, 116 , 254 y texto acompañante. Para discusión sobre el “desamparo aprendido”, ver nota 130 y texto ac. Hay pocos esfuerzos para ampliar el Sindrome de la Mujer Golpeada e incluir en la categoría a otros parientes e íntimos que son abusados y se defienden a sí mismos con violencia. Esta unilateral aplicación de una teoria de auto-defensa para íntimos apoya el argumento de este artículo, relativo a la incuestionada aceptación de una definición feminista de la violencia doméstica. Ver notas 120, 256 y texto ac. (sobre el abrumador impacto de la definición feminista de violencia doméstica sobre la institucionalidad social y legal). Sobre el esfuerzo de uno de los autores para extender el síndrome de la mujer golpeada a todas las víctimas de violencia doméstica, ver Hope Toffel, Note, Crazy Women, Unharmed Men, and Evil Children: Confronting the Myths about Battered People Who Kill their Abusers, and the Argument for Extending Battering Syndrome Selfdefense to All Victims of Domestic Violence, 70 Cal.L. Rev. 337 (1996). 65. Straus et al. Nota 12, en 36-37. 66. Es interesante notar, sin embargo, que en el Family V.Survey de 1985 se encontró que es más probable que las mujeres citen el uso de violencia como su respuesta habitual a la violencia de sus parejas.Physical Violence, nota 14, en 155-56. Basado en un rango dado de posibles respuestas (desde gritar, correr a otro cuarto, responder con golpes, huir de casa, llamar a un amigo o pariente o llamar a la policía), 24% de las mujeres y 15% de los hombres citaron a la violencia como su respuesta habitual. Id.,en 155. La respuesta más común de las mujeres fue “gritar” (54%) mientras la de los hombres fue “otras” (32%). Id. Esta alta incidencia de “otras” por parte de los hombres ha sugerido a los investigadores que los hombres probablemente ignoran la violencia de las mujeres antes de responder a ella de cualquier manera afirmativa. Id, en 155-56; ver también Intimate Violence, nota 14, en 149-50. Para una discusión consistente sobre la minimización de la violencia femenina, ver nota 90.(sigue en XVI)
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(XVI)
Consecuentemente, la teoría de autodefensa de la mujer golpeada puede ser una explicación plausible para la violencia femenina en esos casos. No obstante, el restante 50% de parejas que informan violencia cometida sólo por uno de los conyuges o parejas, contradice la teoría, al encontrarse que, si bien el marido es el único perpetrador en la mitad de ese 50%, la esposa a su vez es la única perpetradora en la restante mitad (67). Además, cuando se pregunta específicamente respecto a quien inició el abuso, hombres y mujeres reportan ese inicio de la violencia a tasas similares (68). Estas virtualmente idénticas tasas de violencia por parte de hombres y mujeres, como únicos perpetradores, cuestionan el aserto de que el uso femenino de la violencia doméstica es siempre defensivo: sugieren también que las mujeres pueden ser las únicas agresoras físicas en la relación violenta, y tan a menudo como los hombres (69)
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(67). Basado en los resultados de 1985 de la Ntnl. Family V. Survey respecto de 495 parejas que admitían violencia , en el 48,6% de los casos ambos esposos eran violentos, en 25,9% sólo el varón lo era, y en el 25,5 % sólo lo era la mujer. Straus, nota 50, en 74. De igual manera, en el estudio de 1975, 49% de las parejas involucradas en violencia lo hicieron de manera mutua, mientras el restante 51%, se desglosaba en un 27% de los casos en que sólo el marido era violento y un 24% en que sólo lo era la esposa. Straus et al., nota 16, en 36-37; ver también Intimate Violence, nota 14, en 146-150, 258 (discutiendo las reacciones femeninas y masculinas a la violencia, aunque proporcionando gráficos y detalladas estadísticas sólo para la reacción femenina).
(68). Esta estadística no varió significativamente respecto del sexo de quien respondía; desglosados por género, el Family V. Survey de 1985 reportó los siguientes resultados respecto al iniciador de la violencia: Según los Informantes Hombres: El iniciador fue el hombre en 43,7 % de los casos Iniciador fue la mujer en un 44,1% "no recuerda": 12,2 % de los casos.
Informantes mujeres : el iniciador fue el hombre en un 42,6% de los casos, la mujer en un 52,7% , "no recuerda" en un 4,7% del total.(Physical Violence , nota 14, en 154-155)
(69). Varios estudios cuantitativos se han ofrecido a BOLSTER la motivación de autodefensa para el uso femenino de la violencia. En un estudio primeramente informado en 1996 y dirigido a determinar las motivaciones para la violencia femenina, Daniel Saunders, un investigador autodefinido como feminista, entrevistó a 52 mujeres golpeadas y encontró que la “autodefensa” fue la razón más frecuentemente citada para el uso de violencia, con un 40% de las mujeres utilizando violencia severa y 30% de las mujeres violencia no severa (definida por una “Escala Modificada CTS”). Saunders, nota 59, en 102-105. “Golpear de Vuelta” (Fighting Back) fue una razón también muy citada, con un 33% de las mujeres que usaron severa violencia y un 23% no-severa, de entre las incluidas en esa categoría. Id., en 105. Por contraste, sólo una mujer (representando el 3% del estudio) que usó severa violencia, y 4 mujeres (11%) que habían usado violencia no-severa explicaron su motivación como autoiniciada. Id. Tal como reconoció Saunders sin embargo, el entrevistar sólo a mujeres golpeadas creó una muestra sesgada, al no incluir mujeres no golpeadas que incurrieran en violencia.Id., en 108. Sin una muestra representativa de mujeres golpeadas y no golpeadas, el estudio de Saunders no refleja exactamente cuándo la violencia femenina es por iniciativa propia y cuando como respuesta a violencia masculina. Para una previa y exclusiva discusión sobre el estudio de Saunders, ver Saunders, nota 63. Otros estudios que en apariencia apoyan la teoría de la autodefensa, han sido finalmente reconocidos como no concluyentes.Ver Saunders, nota 59, en 97-101.
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XVII)

2. CRITICAS CUALITATIVAS

Con todo, aún las citadas estadísticas cuantitativas relativas a las similares tasas de iniciación de violencia, no zanjan la controversia en torno al uso femenino de violencia doméstica. Se han planteado también justificaciones cualitativas para explicar el uso femenino de la violencia. Una apreciación sobre la dinámica de “poder y control” de la violencia doméstica advierte de las falencias de apoyarse únicamente en tales estadísticas, y rechaza categóricamente la posibilidad del uso femenino de la violencia, a menos de considerarla una autodefensa (70). Cuando la severidad de una conducta violenta femenina es mayor que la de su esposo, se ha sugerido que una ausencia de antecedentes previos en reacciones violentas menores podría excusar su conducta (71).La rabia de una mujer hacia su compañero, más que simplemente el miedo a su violencia, se ha postulado también como una defensa (72). Ello es ilustrado, por ejemplo, en la caracterización del uso femenino de la violencia doméstica (y quizá incluso del mismo inicio de la violencia por parte de la mujer), como simplemente una respuesta del tipo “le dí su merecido”, a conductas masculinas ofensivas, las que por su parte ni siquiera deben ser necesariamente violentas en términos físicos.(73). Otros han ido aún más lejos en la defensa del uso femenino de la violencia. Advirtiendo contra el considerar la conducta masculina como simplemente “mal educada”, esta defensa postula que el uso femenino de la violencia se justifica cuando los hombres se involucran en “indeseados avances sexuales”, o en humillaciones a la mujer, intimidación verbal, o en“conductas de borrachos” (74). En esta línea, la pregunta varía de “quien inició la agresión física” a “quien empezó el conflicto ” (75). Este cambio es aún más peligroso que defender la violencia femenina como una respuesta válida frente a conductas “mal educadas”, porque implica el riesgo de legitimizar la violencia femenina en todos los casos en que la discordia es iniciada por la parte masculina. Sin embargo, este focalizarse en los conflictos o discordias, más que en el uso de la violencia en sí, es significativo, al expresarse allí el núcleo justificatorio para desatender a la violencia perpetrada por mujeres. Al focalizarse en la cuestión de quien inicia el conflicto, la implicación es que debido a que el enojo masculino conlleva amenaza de mayores daños, los actos de violencia femenina no solamente pueden ser condonados como una defensa preventiva, sino que pueden también ser pasados por alto . Al escoger lo último (cont. en XVIII)
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(70) Revisando sus hallazgos, Straus sugirió que la estadística sobre el inicio de la violencia por parte de las mujeres necesitaba ser interpretada considerando factores como : 1) una mujer probablemente se sentirá mas culpable por iniciar la violencia; 2) probabilidad de que la mujer entienda la pregunta “quien empezó la violencia?” como “quien empezó la pelea”; 3) una mujer quizá haya sido “la primera agresora” en un incidente aislado, pero el acto es defensivo en contraste con la iniciación masculina de la violencia en la relación misma; 4) una mujer quizá informe el haber iniciado la violencia, pero en respuesta a una pregunta específica dirigida a examinar únicamente los incidentes violentos más severos ; además, esa misma pregunta puede haberse planteado de manera tal que impida el reconocer que el hombre puede haber iniciado el uso de la violencia en la relación de largo plazo. Ver Straus, nota 50, en 75-76.
71.Saunders, nota 59, en 99 (discutiendo State vs. Wanrow, 559 P.2d 548,558 (Wash. 1997).
72 Id. , en 107
73.Straus nota 50, en 79. 73.Kurz, nota 53, en 96.
74.Kurz, nota 53, en 96.
75. Physical violence, nota 14, en 155.
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(XVIII)

variamos desde una posición de defender la violencia femenina a otra de minimizar sus consecuencias. Para ponerlo en términos simples, la violencia femenina puede ser legítimamente ignorada porque la violencia masculina causa mayor daño.

C.MINIMIZANDO LA VIOLENCIA FEMENINA

Desde la primera exposición controversial del fenómeno del Marido Abusado, ha habido poco debate sobre el aserto de que la violencia doméstica masculina tiene mayores probabilidades de producir daños. Intentando entender porqué al abuso de hombres se le ha dado tal “desatención selectiva” la pionera Suzanne Steinmetz determinó que la evidente mayor fuerza física del hombre proporciona la explicación mas plausible para la invisibilización de la violencia femenina (76).La violencia masculina provoca lesiones a una tasa seis veces mayor que la producida por la violencia femenina (77). Al medir lesiones físicas a través de tres categorías : 1. necesidad de cuidado médico; 2.asusentismo laboral y 3. tiempo de reposo en cama, las mujeres puntúan más alto en las tres.(78). En términos de lesiones sicológicas, si bien tanto hombres como mujeres abusados muestran efectivamente síntomas sicosomáticos, las mujeres abusadas sufren mayor depresión y niveles de stress que los hombres abusados.(79).(sigue en XIX)
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76. Steinmetz, nota 6, en 504-06.Para mayor discusión sobre el trabajo de la profesora Steinmetz sobre violencia femenina y masculina, ver notas 10-34 y texto ac.
77. Basándose en el survey 1985 del Family V. R., se concluyó que el 3% de las agresiones masculinas provocó lesiones, comparado con el 0,4% de las agresiones femeninas. Straus, nota 50, en 69; ver también Steinmetz, nota 6, en 505.
78. Estas estadísticas están basadas en el survey 1985 del Family V. R. . Ver Physical Violence, nota 14, en 152. Entre quienes fueron víctimas de “severa violencia” (definida por la escala CTS), el 7,3% de las mujeres, versus el 1% de los hombres, requirió de cuidado médico. Id. en 157. Ningún sexo reportó esa necesidad al ser víctima de violencia menor, también definida según la escala CTS. En respuesta a la necesidad de ausentarse del trabajo, un 19% de las mujeres vs. un 10% de los hombres recurrieron a tal medida al ser víctimas de “severa violencia” Id. Al ser víctimas de violencia menor, ambos sexos requirieron ausentarse a la tasa de 4%. Al focalizarse en la necesidad de “recurrir a reposo en cama”,y considerando sólo las victimas de severa violencia, el 22,8% de las mujeres requirió uno o más dias, contra el 13,8% de los hombres. Id., en 158. La necesidad de cama fue también desglosada en violencia menor y severa, mostrando que en casos de violencia menor, un 15,2% de mujeres y un 12,8% de hombres la necesitaron. Id., en 159.Comentando estos resultados, los investigadores observaron que la más alta tasa de reacciones femeninas no indicaba concluyentemente que las mujeres sufriesen mayores lesiones o daños. Los investigadores advirtieron que los datos deberían ser considerados en conjunto con factores tales como la menor cantidad de humillación sufrida por las mujeres, opuesta a la sufrida por los hombres que sufrieron abuso, así como la relativa facilidad con que las mujeres pueden obtener licencias, ya que en promedio son proveedoras de un segundo sueldo, con más bajos salarios y un horario más flexible. Id. en 154-64. Sobre el estigma asociado con ser una victima masculina de violencia doméstica, ver notas 183, 285 y texto acom.
79. El estudio inicialmente encontró que entre personas no-victimizadas, hombres y mujeres mostraban diferencias en manifestar síntomas sicosomáticos (26,8% de las mujeres no-victimizadas y 15,9% de los hombres no-victimizados los presentaban) Physical Violence, nota 14, en 158-9. Al estudiar a hombres y mujeres abusados, los síntomas sicosomáticos estuvieron positivamente correlacionados con niveles incrementados de abuso doméstico.Id. Sin embargo, los abusados hombres y mujeres no mostraban diferencias significativas en la cantidad de síntomas sufridos, una vez que se consideraban las diferencias “estructurales”de sexo, experimentadas por individuos no-abusados. Id., en 164. En términos de niveles de depresión, las mujeres no-victimizadas estaban usualmente más deprimidas que los hombres en esa situación (20,9% mujeres, 13,7% hombres). Id., en 160-61. Pero las mujeres devenían mucho más deprimidas a medida que se elevaba el nivel de violencia doméstica severa, con un 58,3% y 29,8%, respectivamente, de depresión en mujeres y hombres severamente abusados.Id. En términos de niveles de stress, las mujeres no-victimizadas experimentaban niveles más elevados que los hombres de la misma categoría (25,2% mujeres; 15,2% hombres).Id., en 160. La violencia menor no elevaba demasiado los niveles de stress en ambos sexos. Id. Pero frente a violencia severa, las mujeres se veían más afectadas (61,1% de las mujeres severamente abusadas presentaban stress, frente a 33,9 % de los hombres en la misma categoría). Id. en 160.
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(XIX)

Se suman también, a esa mayor tasa de riesgo de lesiones enfrentada por las mujeres abusadas, las diferentes tasas de lesión, las que también proveen un argumento para relativizar o ignorar esa paridad estadística de género respecto al uso de violencia. A los hombres se les percibe como poseedores de la ventaja del “basta una sola paliza” : la mera amenaza de causar daño les permite, después de la primera golpiza, controlar a las mujeres sin necesidad de levantar la mano.(80). D. Respondiendo a las criticas: porqué la violencia femenina debe ser estudiada reconocer el daño diferencial de la violencia doméstica, según se origine en hombres o en mujeres, parecería poner fin a la necesidad de estudiar la violencia femenina (81).Pero ¿ es realmente así?. Un buen número de justificaciones, teóricas y prácticas, se imponen en contra del ignorar la violencia femenina. En primer lugar, y obviando el ya citado “daño diferencial”, algunas observaciones importantes acerca de hombres y mujeres pueden extraerse de un adecuado conocimiento de la violencia femenina.Dada la paridad estadística en el uso de violencia doméstica (82), no parece haber base para la tradicional creencia de que las mujeres nacen, o son criadas para ser, menos físicamente agresivas que los hombres.(83). Además, el reconocer la diferencia en las consecuencias de la violencia femenina y masculina no disminuye el hecho de que hombres y mujeres ostentan similares intenciones respecto a su inclinación a involucrarse en violencia íntima. (84). En efecto, los intentos de violencia, equivalentes entre hombres y mujeres, se equiparan en resultados cuando las diferencias en fuerza física se toman en cuenta. Así, obviando la ventaja masculina en el combate “mano-a-mano”, y estudiando únicamente los daños por violencia doméstica que involucran un arma, la tasa a la cual los hombres resultan heridos o (sigue en XX)
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80.Straus et al., nota 12, en 42; ver también Straus, nota 14, en 446.
81.Steinmetz, nota 6, en 505 (discutiendo la idea de daño diferencial).
82.Id.
83. Irónicamente, los datos estadísticos revelan que los hombres tiene mayor probabilidad de involucrarse en el abuso verbal denominado “nagging”(criticarlo todo, rezongar) Id. 84.Id.
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(XX)

mujeres es similar o mayor que la tasa a la cual las mujeres son lesionadas por hombres (85). Planteado suscintamente por un comentarista: “aparentemente, es sólo un asunto de estilo”(86). En segundo lugar, el focalizarse en las lesiones más que en las agresiones, es contradictorio con la exhaustiva campaña en contra de las agresiones a las mujeres, cuyo objetivo último es terminar con el abuso-de-mujeres en general, no sólo con la violencia que produce lesiones (87). El apoyar una política antiviolencia restringida sólo a la que produce lesiones, afecta a la posibilidad de respuestas legales o sociales a victimas no lesionadas (88). Un tercer argumento para resistir esos esfuerzos para negar, defender o minimizar el abuso femenino sobre hombres, radica en reconocer que la disminución del abuso masculino a mujeres es atribuido a la atención pública que se ha dado al abuso masculino, desde las primeras exploraciones sobre el tema. Aumentos en el tratamiento y prevención del problema, consejerías para los abusadores y refugios para las abusadas se cuentan entre las medidas que han incidido en la disminución significativa del abuso masculino(89). Definir la violencia doméstica como el abuso de mujeres por parte de hombres ha introducido una creciente intolerancia cultural hacia el fenómeno de la mujer abusada, en tanto muy poco cambio parece haber respecto a la tolerancia de la violencia femenina (90). En términos muy reales, al fracasar en estigmatizar (sigue en XXI)
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85.Phillip W. Cook, “Female Violence Against Men is a Serious Problem”, en Domestic Violence: Opposing Viewpoints 25, 29 (Tamara L. Roleff ed. 2000).
86.Id.
87.Ver Straus, nota 50, en 69-70.
88.Ver Ford, nota 35, en 23.
89.Otros factores se han planteado para explicar la disminución en violencia masculina sobre mujeres, incluyendo cambios en roles familiares y mejores condiciones económicas. “Intimate Violence” , nota 14, en 79. Para mayor discusión sobre la historia del financiamiento y de la atención dada al abuso de niños y esposas, y su rol en reducirlo, ver id. en 19-39.Para mayor discusión sobre programas de tratamiento, ver infra notas 234-35, 239, 241, 243, 258 y texto acompañante. Para mayor discusión sobre refugios y servicio a las víctimas, ver notas 235, 261, 263-276 y texto acomp.
90. La declinación informada en las tasas de abuso masculino sobre mujeres y la falta de cambio en las de abuso femenino sobre hombres está confirmada por hallazgos en estudios actitudinales. En un estudio, los datos recolectados en 4 surveys sobre un periodo de 26 años (1968-1994) fueron comparados, a fin de medir el cambio en las normas culturales hacia la violencia doméstica. Cada survey incluyó 2 preguntas esenciales : 1) si era aceptable para un marido golpear a la esposa y 2) si lo era para una esposa el golpear al marido. Murray A.Straus et al. “Change in cultural norms approving marital violence from 1968 to 1994”, en Out of the Darkness: Contemporary Perspectives On Family Violence 3, 6 (Glenda Kaufmann Kantor y Jana L. Jasinski eds. 1997). Una comparación entre las respuestas mostró que la aprobación para el “palmetazo” del marido a la mujer había decrecido considerablemente –de un 20 cayó a un 10% . Id. en 7- En contraste, la aprobación dada al caso contrario (bofetada de la mujer al marido) permaneció “prácticamente inalterada”, con pequeñas variaciones, desde un 20% en 1968 a lo mismo en 1994. Id. Un desglose de las tasas por género mostró otras similaridades.Id. en 7-12. Mientras las tasas de aprobación para “hombres abofeteando mujeres” habían experimentado reducciones en ambos sexos, los hombres eran más favorables a esa conducta. De igual forma, mientras las tasas de aprobación para “mujeres abofeteando maridos” permanecieron constantes; los hombres nuevamente aceptaban más esta conducta. Id.
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(XXI)

en estigmatizar o siquiera reconocer el abuso de hombres por parte de mujeres permite y fomenta su continuación (91). La significativa reducción en el uso y aprobación de la violencia masculina, en drástico contraste con la ausencia de cambio en el uso o aprobación de la violencia femenina, ha conducido a algunos investigadores a lo que parece ser una evidente conclusión. Los movimientos sociales condenando la violencia contra las mujeres, sumados a reformas legales e institucionales, y a esfuerzos sistemáticos educativos antiviolencia, pueden producir cambios en las actitudes públicas acerca de la violencia y deberían ser expandidos. (92). Sin embargo, aún si llegáramos a políticas de “tolerancia cero para la violencia, tanto de hombres como de mujeres”, ello no implicaría ser completamente insensibles respecto a los mayores riesgos asociados a ser víctima femenina de violencia doméstica (93). Pero con todo, un énfasis como el anterior en el abuso de las mujeres por parte de los hombres es muy diferente que el exigir focalizarse exclusivamente en tal tipo de abuso, y cegarse así al abuso de hombres por parte de mujeres. Y en verdad, aunque estuviésemos motivados unilateralmente sólo por el interés en acabar con el abuso de mujeres y niños, sería necesario enfrentar las variadas formas que el abuso familiar puede tomar -incluyendo la violencia femenina. El abuso de hombres por parte de mujeres y el abuso de niños por cualquiera de los cónyuges, son dos formas de violencia familiar que están directamente relacionados con cualquier esfuerzo para enfrentar sistemáticamente el abuso sufrido por las esposas. (94). Consecuentemente, un cuarto argumento para un reconocer y abordar el abuso de hombres por parte de mujeres, es que ello servirá en definitiva para el fin del abuso de mujeres por parte de hombres. Puesto en rudos términos utilitarios, la violencia femenina debe ser enfrentada para proteger a las mismas mujeres, en la medida que un hombre provocado por una mujer violenta tiene potencial de inferir un daño superior (95). Este argumento es un poco controversial, porque la exigencia de autocontrol estaría puesta únicamente en la mujer y parece ser equivalente a la “culpabilización-de-la-víctima “(96). Tal objeción puede legítimamente refutar los argumentos
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91.Ver notas 20-22, 24-27, 30-32, 35, 37-41 y texto acomp. (discutiendo las cambiantes tasas de violencia por género OVER TIME)
92.Straus et al. Nota 90, en 14.
93. Id.
94. Para una discusión sobre la relación entre abuso de esposas y otras formas de violencia familiar, ver Straus et al., nota 12, en 97-122. Para un reconocimiento de las muchas otras formas de violencia familiar, ver nota 297-300 y texto ac.
95.Straus, nota 50, en 79. Para discusión sobre las diferencias en tipos de lesiones provocadas por mujeres y hombres abusadores, ver notas 76-79 y texto ac.
96.Ver Morse, nota 59, en 252. A este respecto, tomar en consideración el abuso de hombres por parte de mujeres, a fin de proteger a las mismas mujeres de abusos aún mayores, suscita críticas similares a las que generó la “culpabilizacion de las víctimas”; críticas que surgieron en los primeros esfuerzos por abordar el abuso de mujeres, al cuestionar? TARGETING ciertas las acciones no violentas tomadas por las víctimas femeninas en la creencia de que pueden detonar la violencia masculina.Para varias discusiones de “culpabilización de la víctima”, ver , p.ej. Dobash y Dobash, nota 8, en 159-60, (advierte en contra de permitir al publico el culpabilizar a las víctimas de violencia); DonaldG. Dutton: “The Batterer: A Psychological Profile” 26 (1995); V. Michael Mac Kenzie, Domestic Violence in America (1995) (reconoce la facilidad para autoculparse de las victimas de violencia doméstica); Barbara Hart, Battered Woman and the Criminal Justice System, en “Do Arrests and Restraining Orders Work?” 98, 101 (Eve Buzawa and Carl Buzawa eds. 1996) (reconociendo la auto-presunción de culpabilidad de las víctimas y las contribuciones de los agresores a tales sentimientos).
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(XXII)

argumento planteados sobre los efectos peligrosos de la violencia femenina, que puede desencadenar aún mayor violencia masculina. Sin embargo, este tipo de controversia no impide el reconocer el efecto del fenómeno Esposo Maltratado sobre los niños. Sin importar demasiado el género del niño o del cónyuge violento, los niños que presencian la violencia de uno de sus padres serán probablemente más violentos en sus relaciones adultas (97).Estos hallazgos entonces proporcionan base para una quinta razón para apoyar un esfuerzo genéricamente neutro para abordar la violencia de parejas: El ser testigo del abuso del padre o de la madre, para un niño, es equivalente a fomentar la predisposición a la violencia íntima. (98). Finalmente, una mirada más amplia a la violencia familiar que incluya un tomar conciencia del fenómeno de los esposos abusados permitiría también enfatizar los factores socioculturales que enseñan tendencias violentas. (99). El culpar a los hombres ya no puede ser única base para explicar este mal en la sociedad. Dado tal conjunto de razones para enfrentar la violencia femenina, pareciera que nadie podría estar en contra de tal esfuerzo. Al menos alguna de las dichas razones debería atraer a los distintos tipos de personas. Reconocer la violencia femenina, se puede argumentar, no sólo protegerá a los hombres, sino en último término servirá para proteger a las mujeres y a los niños. La causa social de la violencia familiar en general, también se vería reforzada. Además, un esfuerzo para enfrentar acciones, más que lesiones, mantendría la coherencia de las políticas tradicionales de violencia doméstica. ¿Cual sería entonces el daño en discutir, destacar o aún revelar el abuso de hombres por parte de mujeres? ¿Por qué este abuso no ha sido hecho “explotar” tal como Catherine MacKinnon lo exige para el abuso de mujeres por parte de hombres? (100). ¿Por qué continúa negándose ? Aunque las reacciones en contra del identificar y examinar la violencia femenina pueden variar, las críticas comparten motivos clave, teóricos y prácticos, que a menudo se entrelazan. Son éstos los motivos que no sólo explican el vehemente rechazo a los esfuerzos para estudiar la violencia femenina (a menos que sea ocultada bajo el lenguaje de la autodefensa), sino que también son responsables de modelar todas las políticas culturales, sociales y legales y las normas sobre violencia doméstica. Observar el desarrollo de la teoría de la violencia doméstica es (sigue en XXIII)
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97.Straus et al. Nota 12, en 99-101.
98.En tanto esa discusión está más allá del foco de este artículo (el abuso sobre los hombres), debe destacarse que el abuso directo de niños está también directamente relacionado con el abuso conyugal.P.ej., las personas que experimentan catigos físicos como adolescentes tienen 4 veces más posibilidades de ser agresores de esposos o esposas, que aquellos que no experimentaron abuso físico Id. en 110. Para mayor discusión sobre la victimización infantil de los abusadores adultos y sobre la predisposición a la violencia familiar , ver Lee H. Bowker et al. On the relationships between wife beating and child abuse, en Feminist Perspectives on Wife Abuse, nota 55, en 158.
99. Steinmetz, nota 6, en 507. Para discusión sobre la necesidad de alejarse de explicaciones del tipo “maldad masculina”, a fin de lograr mayor progreso social y legitimizar el feminismo, ver infra Part V.
100. Catherine A. MacKinon. Feminism Unmodified: 100,Discours on Life and Law .(1987)

continuará